lunes, 17 de agosto de 2009

Sueños en la ducha

Llegas, te despliegas.

Conquistas, cálida, líquida,

moldeable. Cada poro de la piel.

Nada más viste de afuera a dentro,

un tú y yo, diluido.


Quieres jugar, no te conformas y

te transformas en sombra blanca:

liviana, vaporosa, levitando dispersa

en el ambiente, te respiro y todo es calor

bajo una ducha de halógenos,

(estrellas colgadas del techo).

Brillo, brillas, cuerpo perlado.

Cansada de jugar ya no quieres ser nube,

sombra blanca en escena londinense.


Y de dispersa... te unes,

reúnes no simples nubes.

Cúmulos: blancos, henchidos, pesados.

El principio de un final, del que regresarás

eterna, cíclica, sobre mi piel que ahora espera

trópicos entre cuatro paredes.

Tú quieres ser tormenta.

Y te dejas caer sobre mí.


Llegas, te despliegas,

conquistas, cálida, líquida,

moldeable. Cada poro de la piel,

de la cabeza a los pies.

Nada más viste de afuera a dentro,

que un tú y yo, diluido.

Hasta beberte puedo.

Quiero!



Despierto mojado, enciendo la lamparita. Hoy hace demasiado calor. Soñar con una ducha de agua caliente, en una noche tan caldeada, es una jugarreta mental. Me levanto, bajo la temperatura del aire y compruebo que duermes, ajena.

Regreso a la cama, te miro un instante y sonrío, soy feliz. Te abrazo y pienso: menos mal que no eres de agua y te puedo abrazar; así, como ahora. Es un alivio comprobar que no levitas transformada en vapor, diluida en el ambiente, y aún así, abrazado, puedo hundir mi nariz en tus cabellos y respirarte. Menos mal que eres real y no una metáfora más. Menos mal.



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