martes, 18 de agosto de 2009

Prince (Manolito)

Nuestras “mascotas” se hacen querer, las queremos con locura, tanto que pasan a formar parte de la familia, como un miembro más. Cuando se van, dejan un vacío, como Prince.

Tenía unos andares de chulillo, pero de chulillo con clase, de ésos que marcan el paso sobre seguro, lanzando miradas desafiantes aquí y allá, por sus dominios. Era siamés, de media cola, con la mirada felina, enmarcada en una cara tan negra como el carbón, cara de malo, muy malo, que se transformaba en muecas, peligrando su semblante de tipo duro cuando degustaba algún que otro quesito, su ágape favorito.

De vuelta a casa, la noche bañaba la autovía. La monótona y soporífera sucesión de hipnóticas farolas, arbolitos, guardarrailes infinitos y el airecillo que entraba por la ventanilla, traen recuerdos. Ahora somos tres en el coche y aunque él no esté y su música no suene, se dibuja el cascabeleo de su collar al corretear.

Hace años nos acompañaba y sonaban los acordes de una canción, una canción, que tiempo atrás parecía calmar sus mareos, producidos por el continuo bambaleo de cincuenta kilómetros en el asiento trasero. Hasta en alguna ocasión acompañó la canción con un maullido ronco y desafinado, no sé si en protesta, o por deleite.

Los kilómetros se suceden uno tras otro con su imagen, quizá por unos gatillos que vimos en la casa de enfrente, o haber hablado horas antes de él, quizá por la jacaranda -en once años se ha transformado en un hermoso árbol- que lo abraza entre sus raíces, o la luna que esta noche luce su mirada felina.

No sé, pero he tenido ganas de oír de nuevo aquella canción, su canción:

Allá donde esté... mau!



3 comentarios:

  1. Pues me pasé por aquí a tomar un cafelito con letras, y me encontré con la historia de tu gato. Lo siento mucho, a mí me gustan los felinos, me atrae su independencia, nada que ver con los perros, siempre tan sumisos. Ahora no tengo, pero de niña siempre había en casa unos cuantos y yo era una más entre ellos.

    Saludos

    ResponderEliminar
  2. Gracias:
    marchando, yo te invito a café; letras o palabrejas.
    Prince era un gato siamés, con pocos meses llegó a casa de mi mujer, (yo lo conocí cuando aún éramos novios, mí mujer y yo, claro) y ya tenía sus añitos, se hacía querer, era curioso y muy cariñoso (cuando quería), hace más de once años que se murió, y lo enterramos en casa de los padres de mí mujer; plantamos al lado una pequeña jacaranda, que ahora está enorme.
    El primer fin de semana de agosto fuimos con nuestra peque a ver a los abuelos, y claro ellos también lo querían un montón... Nada, recuerdos de cuando él nos acompañaba en el coche.

    ResponderEliminar
  3. Los felinos tienen ésa mirada misteriosa, intrigante y emborrachadora.

    ResponderEliminar